jueves, 23 de diciembre de 2010

Llevo muchos años aprendiendo a decir “no”. “No” a los chantajes emocionales de la familia (los más difíciles de sortear), de los amigos, de los alumnos, del jefe, y aún no lo he conseguido. Como muchas personas, tengo claro lo que quiero: un buen compañero, hijos, una buena casa, un buen trabajo, un buen sueldo. Y tengo todavía más claro lo que “no quiero”.


Es curioso que en multitud de ocasiones, cuando nos preguntan nuestros deseos los definimos desde la negación: no quiero que te aproveches de mí, no quiero que me faltes al respeto, no quiero que me hables así, no quiero que siempre llegues tarde. En PNL se dice que la mente no registra el “no”, por lo tanto, cuando le decimos a nuestra pareja que “no quiero que me hables así” en realidad le estamos diciendo que sí queremos, cuando decimos a nuestros alumnos que no queremos que hablen tanto, ellos perciben que sí. Para ser más efectivos, los mensajes se podrían sustituir por: respétame y cállate. Sin embargo, muchas veces los emitimos desde la negación como si ni nosotros mismos nos lo creyésemos.

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